lunes, 14 octubre, 2024
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Quiénes ganan y quiénes pierden con la dolarización?

La dolarización de la economía argentina pareciera ser una agenda que moviliza el propio presidente Javier Milei y un puñado de economistas y que entusiasma a una parte de la población cansada de la inflación y de la inestabilidad cambiaria. Pero si bien Milei y sus seguidores pueden obtener un rédito político inmediato, ¿quiénes son los actores de la economía argentina que se beneficiarían de la dolarización y quiénes saldrían perjudicados? En otras palabras, ¿cuál es la economía política de la dolarización? Página/12 consultó a varios economistas acerca de este tema.

Ganadores y perdedores

Para Genaro Grasso, economista del Centro Cultural de la Cooperación (CCC), entre los ganadores de una dolarización están «los bancos internacionales colocadores de deuda, ya que si el Banco Central no puede emitir ni colocar bonos en moneda local, habría muchos más incentivos a colocar en mercados internacionales, lo cual implica mayor volumen de comisiones de los bancos colocadores».

En la lista de los winners también aparecen, según Grasso, «las empresas multinacionales de servicios (típicamente, servicios públicos), que podrían cobrar sus servicios en dólares y remitirlos libremente a su país».

A su vez, se beneficiarían «aquellos actores que se manejan con un altísimo nivel de evasión fiscal y uso de efectivo/actividad ilícita, y que por lo tanto, ven reducido el ‘impuesto inflacionario’ sobre sus tenencias: desde inmobiliarias y desarrolladores privados a organizaciones criminales de trata de personas y de sustancias ilícitas. En un intermedio quedan aquellas actividades que se manejan con alta evasión fiscal pero dependen del mercado interno, como el turismo o la gastronomía o el comercio minorista, que se verían beneficiados por la estabilidad pero perjudicados por la recesión necesaria para sostener la dolarización. Estos sectores pueden verse perjudicados por la dolarización pero tener expectativas de beneficios al respecto».

Entre los que perderían, Grasso enumera: 1) los transables en general: el campo y la agroindustria, y con menos colchón de rentabilidad, las economías regionales y la industria; 2) las empresas vinculadas a la obra pública, por el ajuste necesario para hacer este tipo de política económica y porque si se financia en dólares no hay forma de salvarlos o de licuar esas deudas; 3) los trabajadores, en especial sindicalizados, dado que los ajustes suelen hacerse vía flexibilización y desempleo; 4) los bancos captadores de depósitos, que pierden la posibilidad de salvataje por parte del Banco Central.

«Ni el FMI ni EE.UU. están a favor de dolarizar, porque para ellos el problema de la Argentina es el exceso de pesos/deudas, y al no tener la oportunidad de licuarlos con una devaluación, se pierde una herramienta importante para hacer el ajuste. Asimismo, EE.UU. puede poner su reputación en riesgo si la dolarización resulta fallida. Cabe recordar que EE.UU. no es un socio comercial significativo, su moneda no refleja una competitividad como la de Argentina, y si bien es un socio importante en cuanto a IED, también lo son el Mercosur, España y China. Atarse a la competitividad estadounidense puede ser un problema si nuestros socios comerciales, más asociados a los BRICS, deciden tomar otras políticas comerciales, cambiarias o monetarias».

Cristalizar la regresividad

«Los sectores dominantes, cualquiera sea su inserción estructural, interpretan que el gobierno de Milei puede ser una oportunidad para consagrar su ansiada redefinición de la matriz económica, política y social, y subordinar definitivamente el trabajo al capital removiendo todas sus conquistas históricas y volviendo esa nueva situación irreversible al concluir ese cambio estructural con la dolarización de la sociedad argentina», plantea el reciente documento «La teoría del ciclo del eterno retorno. Desafíos que enfrentan los sectores populares en la etapa actual», elaborado por Eduardo Basualdo y Pablo Manzanelli, investigadores de Flacso.

«Lo que planteamos es que la fracción que históricamente empuja la dolarización es el capital financiero internacional, pero que en la actualidad sería el antídoto para evitar el ‘ciclo del eterno retorno’ de los gobiernos nacionales y populares. Los grupos económicos locales, que históricamente se opusieron a esa política, podrían aceptarla para que con la dolarización se cristalice una nueva matriz distributiva (fuertemente regresiva para los sectores populares) después del ajuste brutal que se está desplegando. Esa es la oportunidad histórica que sintetiza los intereses de los que conducen los sectores dominantes, y para lo cual el decidido control estatal de los grupos locales sobre la política energética (y por ende de Vaca Muerta) no es una cuestión menor», acotó Pablo Manzanelli a este diario.

Estabilidad a cualquier precio

Fabián Amico, economista de CITRA (UMET – Conicet), analiza que «la dolarización tiene implícita y explícita una promesa de estabilidad duradera. Ahí hay una parte de verdad en términos de inflación, porque al suprimir el peso, no hay tipo de cambio y no hay impacto inflacionario de la devaluación. Para conseguir ese supuesto horizonte de estabilidad, hay que recortar todos los grados de libertad de la política económica».

«Pensemos que el BCRA fue creado por Raúl Prebisch para salir de los esquemas de caja de conversión, que eran tan duros que imposibilitaban un ajuste flexible de la situación externa. O sea que el BCRA no fue creado para defender el valor de la moneda, como tampoco fue creado con ese objetivo ni ningún banco central del mundo. Estas instituciones fueron creadas para lidiar con situaciones de expansión del gasto público, financiar la deuda pública del gobierno, crear un mercado financiero y particularmente, lidiar con la vulnerabilidad externa de la economía. La dolarización completa busca eliminar un organismo que permitiría lidiar con los shocks externos».

«La dolarización apunta a generar un deterioro de la estructura productiva con tal de conseguir estabilidad, limitando todos los grados de libertad de la política económica y reduciendo las posibilidades de lidiar a largo plazo con el problema de la restricción externa, tanto del lado financiero, porque ya no se puede incentivar ahorro en moneda doméstica, como del lado real porque no hay capacidad para hacer política industrial para diversificar la canasta exportadora, de modo que se congela la estructura exportadora e importadora hacia adelante. Es una situación donde se sacrifican demasiadas cosas para conseguir una estabilidad remota o en discusión», concluye Amico.

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