Un excampeón pesado que intenta abrirse camino hacia una nueva chance mundialista y un peleador de artes marciales mixtas que volverá a incursionar en el boxeo tras una primera experiencia satisfactoria animarán el pleito principal de una velada de elite en Arabia Saudita, la nueva Meca del deporte: el británico Anthony Joshua se pondrá a prueba este viernes ante el camerunés Francis Ngannou, quien hace poco más de cuarto meses le dio un gran susto a otro inglés, Tyson Fury. La fracción principal de la cartelera comenzará a las 15 y el combate de fondo será alrededor de las 18 (podrá verse solo a través de la plataforma DAZN).
Si bien este fin de semana el foco principal de atracción en Arabia Saudita está en Jeddah, a orillas del Mar Rojo, donde se disputa la segunda fecha de la temporada de la Fórmula 1, la capital del reino también ofrecerá atractivos masivos como parte de la cuarta edición de la Riyadh Season, un cúmulo de eventos culturales, deportivos y gastronómicos orientado a lavar la imagen internacional de la monarquía. Allí se jugará el viernes la final de la Copa de Egipto entre Al-Ahly y Zamalek en el estadio Al-Awwal Park y con entradas agotadas. A la misma hora y a solo unos metros, el Kingdom Arena, con capacidad para 30.000 espectadores, acogerá a algunos de los pesados más destacados de la actualidad. Unos treparán al cuadrilátero, otros atraerán la atención desde la primera fila del ring side.
En un país en el que ya combatió tres veces, Joshua asumirá un desafío-trampa. Para el exmonarca de la Asociación Mundial de Boxeo, la Federación Internacional de Boxeo y la Organización Mundial de Boxeo, una victoria es imperiosa para conservar una posición de privilegio en la larga lista de aspirantes a una chance gigante, aunque todos prevén una espera larga: el 18 de mayo, si no existe un nuevo motivo de postergación, Tyson Fury y el ucraniano Oleksandr Usyk se medirán, también en Riyadh, para consagrar al primer campeón indiscutido de los pesados en la era de los cuatro organismos rectores del pugilismo mundial. Ese pleito contempla una revancha, cualquiera sea el resultado, por lo que el resto de la elite del peso completo calcula que no podrá enfrentar al vencedor hasta 2025.
No fueron pocos quienes presumieron terminada la carrera de Joshua después de su segunda derrota ante Usyk en agosto de 2022 en Jeddah. Sin embargo, el púgil nacido hace 34 años en Watford, quien tiene un récord profesional de 27 triunfos (24 antes del límite) y 3 reveses, encadenó desde entonces tres victorias. La última fue el 23 de diciembre, cuando noqueó al sueco Otto Wallin en Riyadh.
Se esperaba que un resultado positivo pavimentara el camino hacia una pelea contra otro excampeón, el estadounidense Deontay Wilder, quien en esa misma velada enfrentaría (y se esperaba que venciera) al neozelandés Joseph Parker. Pero Wilder perdió y dejó una muy pobre imagen, lo que sepultó esa chance. Entonces fue necesario buscar una alternativa para Joshua y de la bolsa salió el nombre de Ngannou, un adversario que puede funcionar como trampolín o como lápida para la carrera del británico.
El camerunés, nacido el 5 de septiembre de 1986 en Batié, 210 kilómetros al noroeste de Yaundé, es un recién llegado al boxeo. En París, adonde llegó a los 22 años tras atravesar el Sahara a pie y cruzar el Estrecho de Gibraltar en una precaria balsa, comenzó a practicar artes marciales mixtas y se convirtió en profesional en 2013. Dos años después viajó a Estados Unidos para firmar un contrato con Ultimate Fighting Championship (UFC), la principal empresa del planeta dedicada a esa disciplina.
Ngannou ganó 17 de sus 20 peleas en la UFC y fue campeón pesado, pero a principios de 2023 rompió su vínculo con la empresa que maneja Dana White y en mayo firmó con Professional Fighters League (PFL), otra firma dedicada a las artes marciales mixtas, un contrato que no solo lo convirtió en peleador de la compañía, sino también en miembro de su Junta Asesora de Atletas y en presidente y accionista de su rama africana.
En su contrato con PFL, el africano se reservó el derecho a probar suerte en el deporte con el que había fantaseado desde que era un adolescente. “Durante más de una década, únicamente soñaba con el boxeo. Surgió la oportunidad (en la UFC) para brillar, para ser campeón mundial, pero siempre estaba abierta la posibilidad del boxeo. Era algo que necesitaba, que debía hacer realidad para sentirme completo”, explicó esta semana.
Su ingreso al pugilismo fue por la puerta gigante. El 28 de octubre pasado se midió con Tyson Fury en Riyadh y estuvo cerca de consumar un sonoro batacazo: terminó perdiendo por puntos en un discutido fallo dividido después de haber derribado en el tercer asalto al campeón del Consejo Mundial de Boxeo, quien, nobleza obliga, había llegado al compromiso en condiciones físicas subóptimas. Esa única actuación le valió que el organismo con sede en México lo ubicara en el 10° puesto de su ranking pesado (que lo habilita para combatir por la corona) y le otorgó el crédito suficiente para enfrentar ahora a Joshua.
“Mi rival me conoce, sabe con qué se va a encontrar. Ya perdí el elemento sorpresa”, reconoció Ngannou, quien el jueves registró 123,650 kilos en el pesaje oficial. “Francis es un peleador excepcional, corpulento, de pegada fuerte y un mejor boxeador de lo que todos habíamos creído que podía ser”, lo elogió el inglés, quien marcó en la báscula 114,500 kilos.
Joshua es amplio favorito a quedarse con la victoria en un combate que tendrá como espectador privilegiado a Tyson Fury, quien viajó a Riyadh con la excusa de presenciar la contienda que en la misma velada protagonizará Roman, uno de sus hermanos menores (en su cuarta salida profesional, enfrentará al checo Martin Svarc).
Sin embargo, la presencia del Rey Gitano no se limitó a un discreto y silencioso acompañamiento de su hermano. Fiel a su estilo, el campeón montó desde su llegada a suelo saudí su habitual show dialéctico, que siempre combina autoelogios en cantidad y denuestos a troche y moche para todos sus potenciales adversarios. Entre tanta metralla verbal, reveló que el jeque Turki Alalshikh, presidente de la Autoridad General de Entretenimiento de Arabia Saudita y responsable de haber convertido a su país en un nuevo polo del pugilismo, le había anunciado que el ganador del combate estelar de este viernes enfrentaría al vencedor de sus dos pleitos con Oleksandr Usyk.
Ese es, a todas luces, el gran objetivo de Joshua. En cambio, Ngannou tiene otros planes a corto plazo: Professional Fighters League ya anunció que debutará en su estructura en los próximos meses ante el brasileño Renan Ferreira. De todos modos, nadie puede descartar otra excursión a los ensogados si sale bien parado de su pleito ante el inglés. Por las dudas, Fury ya le dejó un aviso ante una posible revancha: “Voy a limpiar el ring con tu culo otra vez”.
Si bien el choque entre Joshua y Ngannou es el principal atractivo de la jornada pugilística en Riyadh, habrá otros tres pleitos de altísimo nivel y competitividad en una velada que incluirá 10 peleas. En el semifondo se enfrentarán otros dos pesados que también procuran un billete dorado: el chino Zhilei Zhang expondrá su título interino de la OMB ante el excampeón mundial Joseph Parker.
En otro pleito titular, dos invictos, el uzbeco Israil Madrimov y el ruso Magomed Kurbanov, pujarán por el cetro superwélter de la AMB, que está vacante debido a que el organismo declaró como campeón en receso al estadounidense Jermell Charlo, quien no pone en juego su faja desde hace casi dos años. Además, el mexicano Rey Vargas, monarca pluma del CMB, será desafiado por el número uno del ranking, el imbatido inglés Nick Ball.