sábado, 27 julio, 2024
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Se enamoró a los 13 años y una enfermedad fue la prueba más difícil: No podía tener hijos, me podía morir

¿Crees en el amor a primera vista? Ana (33) y Matías (36) son de Tucumán, ambos fueron a la Escuela Normal en Lenguas Vivas y como la institución tenía un plan para un viaje de intercambio de un mes a Sudáfrica muchos de sus alumnos se anotaban. Ellos no serían la excepción y fue, en aquel viaje, cuando esta historia de amor comenzó a gestarse.

“Quedé en shock”

Con mucho entusiasmo Ana, a sus 13 años se anotó en el viaje de idiomas de su escuela, ninguna de sus amigas se sumó, y no era raro que así fuera. El viaje era costoso y duraba un mes, una gran cantidad de días para chicas de noveno año. Por su parte Matías, que estaba en su último año de secundario, decidió renunciar a su viaje de egresados a Bariloche para una opción que le entusiasmaba más, ir a Sudáfrica.

Ana y Matías se pusieron de novios cuando tenían 14 y 17 años

El viaje se organizó con mucha anticipación, para juntar plata se realizaron bingos, rifas, y diferentes encuentros para que se conocieran entre los cincuenta alumnos que se habían anotado. La primera reunión fue lo que ellos llamaban una “hamburgueseada”, organizada por la madre de Matías que siempre estuvo muy presente en este tipo de eventos. Ana no se animaba a ir sola, le daba vergüenza y en ese momento no dijo nada en su casa de la reunión que iban a realizar.

Era un sábado al mediodía y en la casa de Ana sonó el teléfono. Cuando atendió su mamá, del otro lado de la línea escuchó la voz de la profesora de inglés, organizadora del viaje, que le preguntaba por qué Ana no estaba en el almuerzo. Cuando Ana le confesó a su mamá que le daba mucha vergüenza ir sola, ella la acompañó.

Al tocar la puerta abrió Matías, el flechazo fue inmediato, “era la primera vez que lo veía y quedé en shock, enamorada”, recuerda Ana. Para ese entonces ambos estaban de novios, nada muy importante ni formal porque eran chicos, Ana lo describe como un noviecito. Pero el punto es que ambos mintieron, dijeron que no estaban en pareja y ese mismo día se intercambiaron los datos de Messenger.

A partir de ahí empezaron a chatear todas las noches desde sus computadoras, charlaban en los recreos y a la salida de la escuela. El primer beso no tardaría en aparecer. Fue en otra de las reuniones que se organizaron previas al viaje, cuando Matías la invitó a conversar solos afuera y allí ocurrió, se dieron el primero de muchos besos a lo largo de los años. Al poco tiempo, por msn, Matías le preguntó si quería ser su novia. Para el colegio eran la novedad: el chico más grande del turno mañana con la chica más chica. “A mí no me importaba la diferencia de edad, era como wow estoy de novia con un chico grande de último curso, y visto hoy, no había tanta diferencia”, admite Ana.

Para cualquier lector esta podría ser la historia típica de un primer amor colegial, pero esto fue tan solo el comienzo de una historia que tuvo que enfrentar duras batallas.

Los primeros diez años fueron de crecimiento, mientras Matías empezaba la facultad, Ana cursaba el secundario, luego Ana empezó la facultad, ambos fueron definiendo su vocación, eligiendo sus trabajos, y en ese crecer y acompañarse también llegaron las crisis, y con las crisis las separaciones. “Tuvimos varias crisis, nos peleamos y nos distanciamos en varias oportunidades, nunca más de tres meses. En esos momentos estuvimos con otras personas, pero solo un beso, no era nada formal, solo presumir. Me acuerdo que una vez nos encontramos en un boliche, estábamos peleados y él me vio bailando con otro chico, yo lo hacía para dar celos. Los reencuentros eran como esperables, te separas y crees que no vas a volver nunca más, pero a la vez pensás que sí vas a volver y estás esperando ese momento”, explica Ana.

Diez años después se casaron

Una noche, en vísperas del cumple número 23 de Ana en el bar favorito de ella, Matías le propuso casamiento. No dudó en aceptar. “Pensar que es el único hombre en toda mi vida me gusta”, asegura hoy la novia.

El amor es más fuerte

Los chicos se casaron y decidieron destinar los primeros años de matrimonio a viajar, vivir juntos y disfrutar de la nueva etapa de su vida. Cuando la más joven de la relación tenía 27 años les pareció que era el momento de pensar en agrandar la familia, a su vez Ana empezó con su propio emprendimiento de decoración al que bautizó con el nombre Home Plus, sin saber que ese “plus” sería lo que luego marcaría su vida. “Nada es sencillo en mi vida, todo es un plus”, definiría unos años después con lo que les tocó vivir.

Ana viajó a Buenos Aires a una expo de decoración, aprovechó el viaje para hacerse un estudio y le diagnosticaron cáncer de mama. Previo al tratamiento congeló óvulos, su sueño de ser padres se veía truncado por un tratamiento que lo imposibilitaba. ¿Podría el amor de los 13 años ser tan fuerte para sobrellevar lo que el destino les ponía en el camino?

A los 27 años a Ana le diagnosticaron cáncer de mama

“Cuando digo de crecer juntos y pasar todas las etapas, realmente pasamos todas las etapas, tanto buenas como malas. Yo pienso ahora que él se podía haber asustado e irse, podríamos haber tenido una crisis porque fue un momento muy duro pero todo nos ha servido siempre para unirnos más. Las quimios nos han quitado años de vida porque fue lo más duro que pasé pero también nos han unido muchísimo”, se sincera Ana. Se emociona al decirlo, al recordarlo, es que Matías fue su compañero y sostén más importante durante el tratamiento, “imagínate que a mí me decían que yo no podía tener hijos y él se quedó a mi lado a pesar de todo, a pesar de que me podía morir y quedar viudo siendo tan joven”. Es que cuando el amor es real nada lo puedo quebrar.

Durante ese tiempo iban y venían de Tucumán a Buenos Aires al Hospital Italiano, a veces sola, a veces acompañada, hacían lo que podían. Después de la quimio, la cirugía y tres años de medicación, Ana y Matías pidieron permiso para tener un hijo. Les dejaron solo un par de meses para buscar de manera natural, Ana no podía suspender su medicación por mucho tiempo. Había un 99% que marcaba que lo más probable era que no quedara embarazada y tuviera que realizar un tratamiento de fertilidad con aquellos óvulos que había congelado.

El amor de Ana y Matías empezó con aquella puerta que se abrió y el amor a primera vista los sorprendió. El flechazo fue instantáneo y desde entonces el amor se cuidó, creció, maduró, los acompañó, y así como lo inesperado rodeó sus vidas, el resultado en su búsqueda de ser padres también lo fue: Ana quedó embarazada al segundo mes de su búsqueda, de forma natural y de mellizos. No había dudas: el amor se multiplicó.

Por fuera de todo pronóstico tuvieron mellizos
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