El médico Lucas Barbosa se inclina hacia las vías desde el borde del andén de la estación de Morón con la esperanza de divisar el próximo tren, al que espera desde hace 30 minutos. Viene de una guardia de 12 horas en una clínica de la zona, y tiene que viajar hacia Once y luego tomarse un colectivo hasta Barrio Norte, donde vive.
“Estoy muy cansado. Todo lo que quería era llegar a casa y dormir. Y ahora no sé qué hacer, si buscar un bondi, si esperar. El tren anterior vino tan lleno que no entré”, cuenta.
Pero Barbosa, pese a estar en primera fila, fracasa nuevamente en subir a la formación, que llega casi igual de llena que la de las 8 de la mañana. Y entonces decide irse y buscar una conexión de colectivos que lo lleve hasta su casa.
Es tal el retraso de los trenes y la acumulación de pasajeros en las estaciones que la hora pico se desdibujó y, pese a ya ser las 9, los andenes de Zona Oeste no se vacían en ningún momento.
La Fraternidad, uno de los gremios más importantes del sector ferroviario, lleva a cabo la protesta. Si bien los trenes de las líneas metropolitanas están operativos, las unidades circulan a un máximo de 30 kilómetros por hora, a la mitad de la velocidad en una jornada normal. Esta forma de reclamo, que afecta a más de un millón de usuarios para un día hábil, implica que los servicios de las distintas líneas ya estén funcionando desde temprano con demoras de entre 30 y 50 minutos.
Desde la empresa Trenes Argentinos informaron a LA NACION que el promedio de velocidad habitual varía entre los 60 y 80 kilómetros, algo que depende del tendido de vías. “La circulación a baja velocidad implica un incremento considerable de los tiempos de viaje, lo que genera demoras para los pasajeros”, enfatizó la compañía. También se resaltó que “adicionalmente, las llegadas a cabecera tardías, por los retrasos en la circulación, implica cancelaciones de servicios porque no pueden cumplirse los diagramas del personal de abordo”.
En la estación Castelar, también del ferrocarril Sarmiento, la pantalla que anuncia la llegada de los futuros trenes en dirección a Once está vacía. “Próximo tren: 0; Siguiente tren: 0; Subsiguiente tren: 0″
La multitud de pasajeros que esperan en la estación de Castelar se miran entre ellos, preguntan a los empleados del Trenes Argentinos, pero no obtienen novedades sobre la próxima formación. Cuando la ven llegar, a una velocidad mínima, la duda pasa a ser otra: si subirse o no. El tren ya llega colmado de pasajeros. La puerta se abre y los usuarios se agolpan para lograr subir, pero muchos no pueden hacerlo. La puertas se cierran, pero no del todo: se traban con los hombros y los pies de quienes no están dispuestos a esperar el próximo tren, hasta que algunos acceden a bajar.
“Era imposible subir, no entraba. No se puede viajar así”, dice el vecino de Morón Sur Juan Cruz Bogado, de 39 años, quien ni intentó subirse a la fuerza. Prefiere esperar al próximo, pese a que va a llegar tarde a su trabajo, en un local de cosméticos de San Justo.
“De todas formas iba a llegar tarde, está todo atrasado. Generalmente cada cinco minutos pasa. Hoy se retrasaron todos los trenes por la medida de fuerza. En un día con una frecuencia normal hay gente apretada, pero podés viajar, hoy es imposible”, dice.
A su lado, Carlos Carreras, quien tampoco pudo subirse a la formación, mira opciones de transporte alternativas. “Podría tomarme un Uber, pero me sale 8000 por la alta demanda. Ya me tomé un Didi desde mi casa hasta acá, y me salió 5000, y no me lo paga el trabajo”, dice el pasajero, que viaja hasta Once.