El Opus Dei, una mano negra con guante de seda en la mayor quiebra bancaria de Europa

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El Opus Dei, una ultraconservadora sociedad que forma parte de la iglesia católica, «secuestró» el Banco Popular de España para usarlo como su «cajero automático» y lo llevó a la ruina, lo que representó la mayor quiebra bancaria de Europa. Así lo afirma el periodista británico Gareth Gore, que investigó el inesperado derrumbe de la entidad, considerada hasta entonces una de las más rentables del mundo.

La investigación de Gore -hoy plasmada en su nuevo libro «Opus: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica» (Editorial Crítica)- detalla las tácticas criminales supuestamente cometidas por miembros del movimiento y se presenta como el desenmascaramiento de «uno de los saqueos empresariales más desvergonzados y de mayores implicaciones de la historia»

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Según la investigación, durante décadas, un grupo de hombres ligados al Opus Dei había controlado secretamente el dinero del banco para atraer a personas a una vida de servidumbre y financiar la extensión y la influencia del movimiento religioso, fundado en la antesala de la Guerra Civil española con la protección del franquismo. 

El libro ofrece la «historia nunca antes contada» de cómo el Opus Dei se hizo cargo del banco español como parte de una estrategia complicada para financiar un crecimiento sin precedentes, «teniendo como objetivo a niños y adolescentes vulnerables» para reclutarlos y «creando una cabeza de playa en el mundo de la política estadounidense».

«Durante más de 60 años, un tenebroso grupo de hombres que habían jurado una vida de celibato y autoflagelación controló en secreto el banco y se aprovechó de sus cargos para desviar miles de millones de euros», escribe Gore. De esta forma, los hombres «secuestraron el Banco Popular y lo transformaron en un cajero automático para el Opus Dei».

Una red de «abuso, manipulación y codicia encubierta con el manto de la santidad»

El Opus Dei surgió en los años de la Guerra Civil española como un grupo laico de derechas que pronto ganó una gran popularidad dentro de la Iglesia católica, especialmente entre los jóvenes. Su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), estaba convencido de que los republicanos españoles estaban controlados en secreto por una camarilla de judíos, masones y comunistas empeñados en socavar a los nacionalistas y a la Iglesia. 

Aprovechando sus vínculos con el dictador fascista español Francisco Franco, Escrivá de Balaguer, hizo crecer la organización mediante el engaño, utilizando tácticas similares a las de una secta: aceptaba a estudiantes jóvenes en sus instituciones educativas solo para separarlos de sus familias y poco a poco condicionarlos a una existencia sectaria en la que entregaban todos sus salarios y herencias al Opus Dei.

Para Gareth Gore, Escrivá de Balaguer creó «una máquina de lavado de cerebro bien engrasada: aislados de sus familias y del mundo exterior» en que los «jóvenes reclutas son sometidos a un riguroso horario de oración, introspección y mortificación corporal».

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Los miembros del Opus Dei «eran alentados a hacer lo que fuera necesario para promover la obra de Dios, incluso si eso implicaba abusar de sus posiciones en el trabajo, traicionar a sus amigos y familiares o actuar en contra de su propia conciencia», dice Gore.

El grupo ultraconservador reduce a la mujer al rol de ama de casa, obliga al celibato a todos los solteros, prohíbe los métodos anticonceptivos a los matrimonios e insiste obsesivamente a los adolescentes en que el sexo prematrimonial es un pecado. A algunos les ayudaba un cilicio, un anillo con púas que se llevaba tan apretado alrededor de las piernas que sangraba, para reprimir el deseo.

Las prácticas de autolesión, las técnicas agresivas de reclutamiento, la segregación de sexos en sus centros residenciales y de estudios, además de los informes de ex miembros de que se les prohibía tener contacto con sus familiares, contribuyeron a la percepción de que el Opus era una institución más que una secta que, sin embargo, contó con la bendición del Papado.

«Algunos comparten sus testimonios de cómo, desde el cielo, san Josemaría ha intercedido en su vida cotidiana para resolver problemas, sanar enfermedades e inspirarlos a ser mejores católicos«, escribe. «No obstante, tras esa fachada de fe e inspiración profundas hay un trasfondo en la organización que pocos conocen, incluidos los miembros más antiguos«. 

La organización católica ultraconservadora «secuestró» el Banco Popular de España para usarlo como su «cajero automático», dice Gareth Gore en su nuevo libro «Opus: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica».

Y continúa: «Mientras que el 90% de sus miembros llevan una vida cristiana respetable, en casa con sus familias y esforzándose por vivir su fe más profundamente, en el corazón de la organización existe un cuerpo de élite que tiene una vida muy controlada. Tras hacer votos de castidad, pobreza y obediencia, ese grupo vive de acuerdo con un conjunto distópico de normas y reglamentos, un proyecto orwelliano de sociedad establecido por el fundador y oculto a las autoridades del Vaticano». 

«Los miembros normales tienen prohibido leer esos documentos, que se guardan bajo llave en las residencias donde conviven los miembros célibes para que solo los consulten sus superiores, que abusan de su autoridad para controlar la vida de quienes están a su cargo«, agrega Gore en su libro. 

«Nueve mil miembros llevan esa existencia de oración y adoctrinamiento controlada de cerca, donde casi todos los movimientos están meticulosamente prescritos y vigilados, donde el contacto con amigos y familiares está restringido y supervisado, y donde sus vidas personales y profesionales están sujetas a los caprichos y necesidades del movimiento».

«Viven en comunidades cerradas y segregadas, y actúan como células clandestinas en casi todas las grandes ciudades del mundo, siguiendo un detallado y subrepticio manual de reclutamiento elaborado por el fundador y orientado a un único objetivo: extender la influencia de la organización entre los ricos y los poderosos. Constantemente presionados por sus superiores para que generen más y más ‘vocaciones’, esos miembros de la élite son animados a seguir un manual de estrategia común a muchas sectas religiosas para generar más seguidores y acrecentar el poder y alcance del Opus Dei».

«Opus: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica» (Editorial Crítica)

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Gore describe al Opus como «un movimiento religioso minúsculo y secreto» que se transformó «en una de las fuerzas más poderosas de la Iglesia católica«. En «un mundo obsesionado con las teorías de la conspiración, de QAnon y Bilderberg«, el Opus Dei surge como una «historia real de abuso, manipulación y codicia encubierta con el manto de la santidad«.

«El Opus Dei se convertiría en una organización secreta pero fundamental que se ocultaba tras la erosión de los derechos reproductivos y otras libertades civiles» mediante «abuso, manipulación y codicia envuelta en el manto de la santidad», dice el autor, para quien el grupo «es un culto abusivo, por las tácticas que utilizan para captar y controlar a sus miembros.

La exitosa novela de Dan Brown, «El código Da Vinci», y la posterior película homónima de 2006, de extraordinario éxito, retrataron al Opus Dei como una secta asesina y ávida de poder en el centro de una compleja conspiración para encubrir secretos de la iglesia católica. 

La película, cuyo personaje Silas, un monje albino célibe del Opus Dei que practica la mortificación corporal y que es capaz de cualquier cosa para encubrir los secretos más profundos de la Iglesia, dañó seriamente la reputación del movimiento religioso.

El Opus aprovechó la oportunidad que generó la publicidad para abrirse al mundo y lanzó una campaña de relaciones públicas amistosa con los medios de comunicación, lo que llevó a que el Papa Juan Pablo II legitimara sus actividades y canonizara a San Josemaría Escrivá de Balaguer en 2002. En 2014 el Papa Francisco beatificó a Álvaro del Portillo, sucesor del fundador del movimiento.

Gore revela cómo algunos de los más importantes gestores del Banco Popular utilizaron el dinero ajeno para atraer a personas a una vida de servidumbre, para penetrar en países e instituciones de todo el mundo y para acumular poder para su organización.

«Lo único que mueve al Opus Dei es el culto a su fundador y su propia expansión»

Las apariencias no engañaron a Gareth Gore, un ex periodista especializado en finanzas que trabajó para Bloomberg, Reuters y la revista Financing Review, cuando en 2017 llegó a Madrid para cubrir la noticia de la quiebra de Banco Popular. Pasó cinco años investigando el tema hasta publicar este año su libro, una historia bien contada y apasionante, de casi 500 páginas.  

«De entrada, la quiebra me resultaba demasiado familiar: la típica historia de ambición desmedida, mala toma de decisiones, la arrogante creencia de que los riesgos estaban controlados y la falta de voluntad para reconocer los errores hasta que era demasiado tarde. Pero, cuanto más profundizaba en el relato, menos sentido parecía tener…», dice Gore. 

«Poco a poco, se hizo evidente que faltaban piezas enormes del rompecabezas«, escribe. Cuando las donaciones personales resultaron no ser suficientes para alimentar las ambiciones de Escrivá, el Opus Dei compró en 1955 el Banco Popular a través de empresas fantasma, quedándose con las participaciones de los accionistas que se encontraban en situación financiera precaria. 

En menos de un año, los hombres del Opus Dei habían ocupado los cargos más importantes, como la presidencia del banco, y el control de la entidad «pasó de un grupo experimentado de hombres conocidos con largas y legendarias historias en el mundo bancario a un grupo de desconocidos».

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En el libro, Gore narra cómo el Opus Dei «secuestró» el Banco Popular a través de la Sindicatura, que «controlaba casi el 10% del banco cuando éste quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido«.

El propósito de la Sindicatura era presuntamente emplear el dinero su dinero para la creación de redes de reclutamiento y explotación de niñas en países como Nigeria, Filipinas, Australia, Bélgica, Francia e incluso Argentina, entre otros. «Hasta casi cien millones de euros anuales se desviaban del banco a través de esa red», dice el periodista. 

Aunque el Banco Popular desapareció, Gareth cree que los tentáculos del Opus Dei llegan a todos lados. «Esa red clandestina de dinero, gran parte de la cual obedece a la estrecha relación de la organización con el dictador español Francisco Franco, ha permitido al Opus Dei comprar poder e influencia en seis continentes: de Santiago a Estocolmo, de Los Ángeles a Lagos y de Ciudad de México a Manila».

«El Opus Dei goza de privilegios especiales de los que ninguna otra organización dentro de la Iglesia católica ha disfrutado y que durante años le han permitido funcionar eficazmente al margen de la jerarquía habitual, brindándole una libertad sin precedentes para operar donde le plazca, sin tener que rendir cuentas ante nadie más que el Papa».

«Lo único que mueve al Opus Dei es el culto a su fundador y su propia expansión», anticipa en las primeras páginas del libro. «Sus métodos y prácticas han lavado el cerebro incluso a sus propios dirigentes, que una y otra vez se han mostrado reacciones e incapaces de reformularse, incluso cuando se les han presentado pruebas indiscutibles de abusos y coacciones en sus filas. La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo«.

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