Cambio, evolución, degradación y oportunismo

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Continúa de ayer: “Significante Lanata”

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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

¿Cambió Lanata cuando en 2012 pasó a trabajar para Clarín porque precisaba la potencia propaladora del grupo para relanzar su carrera audiovisual castigada con el ostracismo aplicado por el kirchnerismo y los obedientes medios de entonces, desde 2004 cuando lo echaron de América y toda la televisión? ¿O cambió Clarín cuando pasó de apoyar a Néstor Kirchner a ser críticos de Cristina Kirchner a partir de 2009 y precisó del talento de Lanata para aumentar la calidad de sus contenidos audiovisuales y su potencia comunicacional?

La pregunta tiene sentido porque de las vidas paralelas de Lanata y Clarín forjaron gran parte del periodismo de los últimos cuarenta años y la unión de ambos fue un punto de intensidad máxima en la vida de los medios de comunicación argentinos. Ese punto de inflexión fue interpretado por los críticos de ambos como oportunismo mutuo y por los críticos de Lanata como degradación. Mis deferentes formas de cercanía a ambos me inclina a pesar que se trató de una evolución lógica de ambos en función de los cambios de las condiciones de posibilidad. Que el cambio era el imperativo para seguir siendo los mismos: partes centrales del sistema de producción de contenidos periodísticos, de la misma forma que la evolución ideológica de ambos fue también paralela y no contradictoria.

El paso del diario Clarín de los años 80 popular y filoperonista al multimedio de los 90, y la década siguiente pro mercado del grupo de telecomunicaciones y coconductor con Techint de la Asociación de Empresarios Argentinos, guarda paralelismo de paso del Lanata progresista de Página/12 a comienzos de los 90 al liberal no solo en lo cultural y políticos, sino también en lo económico.

¿El éxito de ambos con el consecuente progreso material los llevó a adecuar su ideología a sus intereses, incluso inconscientemente, asumiendo que las formas de vida  determinan la consciencia del sujeto (aquello que puede ver y aquello que no puede ver)?

En un afectuoso artículo de Joaquín Morales Solá sobre Lanata en La Nación, contó: “Le hice una entrevista pública y le pregunté, entre otras cosas, si era consciente del cambio político e ideológico que experimentó él con el paso de los años. “Te veo más sensato y razonable”, le dije. La respuesta fue típica de Lanata: “El que no cambia con el paso de los años es un boludo”.

La repetida vulgata de que quien no fuera socialista de joven no tiene corazón y quien no fuera conservador de grande no tiene cerebro también podría ser aplicable al carácter más que a una ideología e incluso a una persona jurídica: a una organización que en su ciclo de surgimiento y conquista precisa ser innovadora y transgresora mientras que en la de dominio y consolidación volverse más conservadora.

Pero a riesgo de resultar panegirista no solo de Lanata, sino también de Clarín, lo que yo percibo en ambos es el natural proceso de evolución cognitiva que permite la experiencia de años en el desarrollo de una vida donde se ponen a prueba ideas que en función de los resultados se descartan o potencian. El intercambio con otros que piensan distinto y la interacción con la sociedad de la que se es parte, que tanto evoluciona como degrada, moldean la cosmovisión de cualquier persona. El mejor ejemplo son los estudios de mapeo cerebral frente a emociones de la misma persona después de haber completado una carrera universitaria o alguna otra intensa experiencia cognitiva, que encienden distintas zonas del cerebro.

Clarín no será más aquel defensor de lo nacional y popular de los 80, pero conserva un espíritu no elitista (que sí caracteriza a La Nación en papel), y la defensa de valores humanistas. Lanata se podrá haber hecho liberal en economía, más pro mercado, pero nunca dejó de pensar que si la economía no le mejora la vida a la gente es una ciencia inútil.

Aprovechando la doble condición de filósofo y periodista, le pregunté a Miguel Wiñazky, importante columnista de Clarín y antes de la revista Noticias, sobre cambio y tiempo como sinónimos y el célebre aforismo de Heráclito de que “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, pero sin que la persona y el río pierdan su unidad porque “la única cosa que no cambia es el cambio” y resistir al cambio es resistirse a la vida. 

Respondió que “la identidad es dinámica, la identidad es esa mutación en la medida en que sea auténtica. La inautenticidad es la falta de ética”. Que a diferencia de ese cambio para seguir siendo en ese continuo fluir, se opone al oportunismo de medios y periodistas recordando que “Sartre calificaba a quienes capitalizan la oportunidad para simular un cambio como ‘cerdos’. Es una palabra que Lanata usaba mucho. Yo he pensado en ese término. El cerdo es el que, con tal de comer, cambia su pelaje, pero lo que le importa es mantener su plato de lentejas. De tal forma que es un cambio sin cambiar”. Y Miguel Wiñazky volvió a criticar ayer en su columna de la página 3 de Clarín (el espacio que antes era de Lanata) a los periodistas y medios “que se disfrazan cronistas y son servidores públicos”.

Seguramente los cambios paralelos de Lanata y Clarín guarden relación con los cambios de la sociedad argentina de la cual Milei no es la síntesis superadora, sino el resultado del vacío que con maestría explicó ayer Fernando Rosso en su columna titulada Milei es gramsciano sobre el determinismo invertido y en contra de la fatalidad del mal, que sería el perpetuo triunfo del “fenómeno mórbido” que considera “el hecho mileísta”.

En esta columna ayer reflexionábamos cómo la actitud de cada sector de la grieta frente a la muerte de Lanata permitió de manera más nítida ver coincidencias entre el kirchnerismo y Milei (de las que ambos son conscientes) y diferencias entre Milei y Macri (de las que aún el electorado del PRO es inconsciente)”. Wiñazky dijo también el viernes en radio Perfil que “hay un fenómeno que es el kirchnerismo mileísta”. 

Resulta oportuno recordar que Heráclito no solo se refería a la realidad como cambio, sino que la idea central del libro que se le atribuye Sobre la naturaleza es la “unidad de los opuestos”, porque su dependencia mutua los unifica. Pero hay una visión positiva que es la concordancia de los opuestos ya que mucho de lo que funciona en diferentes campos de la vidas es resultado de que encajen esos opuestos (“la más fina armonía se compone de cosas en desacuerdo”, dijo Heráclito). Esa sería la gran tarea inconclusa de la política que mientras tanto… nos dejó a Javier Milei.

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