Yerba sin hierbas, la apuesta de Cachamai para salir al mundo

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Desde que Messi y Colapinto la hicieron famosa, podría arriesgarse que hay hambre de yerba en el mundo, de la tradicional sin hierbas agregadas y que representa el 80% del mercado local y el grueso de las exportaciones. El año pasado se embarcó el récord histórico de 44 millones de kilos, una cifra que contrastó con la caída de 9% del consumo doméstico.

Mucho de esta creciente popularidad captó la ingeniera en alimentos Graciela Rastelli, CEO de Cachamai, la líder en infusiones especialmente de té que pertenece al grupo Werthein.

Rastelli convenció a los accionistas, que ya elaboran la yerba con hierbas y que tiene una participación del 19% en las góndolas, de que había que probar suerte con este producto.

Su apuesta a lo más típico de la Argentina no es solo a la internacionalización. También, que sea punta de lanza para la transformación de la empresa de alimentos y se una a otros lanzamientos como las cápsulas de té, aptas para las cafeteras Nespresso o las frutas disecadas que en una planta en Cipolletti se transforman en snacks saludables sin azúcar agregada.

Valley, una firma controlada de este grupo, ya produce y comercializa derivados de frutas deshidratadas, especialmente manzana, que se colocan en un 95% en el exterior por el equivalente a US$ 16 millones.

En cuanto a las exportaciones de yerba, a poco de salir la yerba tradicional, se concretaron acuerdos de venta, como el cerrado con Chile y la República Checa.

Algo que no sorprende en Cachamai, luego del contrato de provisión de té a Japón, que junto con el Reino Unido es el emblema mundial de esa infusión.

A la yerba la estacionan durante 24 meses en Misiones. Allá se realiza la molienda y se termina de empaquetar en la fábrica de Cachamai en Villa Gobernador Gálvez, cerca de Rosario, una planta de 5.000 metros cuadrados donde se elaboran otros productos como los bizcochos. Con este producto quieren posicionarse en el segmento de su principal competidor Playadito, líder de la categoría de la cooperativa Liebig de Corrientes.

Cachamai factura US$ 35 millones al año pero la exportación explica solo 20%. Rastelli intenta duplicar ese porcentaje en base a productos premium que pueden disimular los sinsabores del dólar planchado y otros costos locales.

Esta ingeniera se muestra obsesiva, precisamente, en el recorte de costos y en el aumento de la productividad. Al punto, que impulsa iniciativas a todo nivel ya sea para que existan menos pérdidas en los procesos, supresión de tareas que se duplican, mejoras en la línea, por citar algunos ejemplos que le están dando resultado.

Cachamai nació en 1950 como una pyme rosarina que apeló a un nombre que en quechua significa “hierbas que hacen bien” . Su emblema es un burro que simboliza la forma tradicional de recolectar las hierbas. Los Werthein tomaron el control de la empresa en 2005. Por entonces la dueña de esta alimenticia era la familia Grinchpun.

Desde hace unos años hay un juicio por diferencias millonarias y acusaciones cruzadas entre ambas familias.

Ese diferendo estaba dormido y acaba de reabrirse en los tribunales de Rosario.

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