El aguinaldo de diciembre: un salvavidas que se hunde en deudas y gastos habituales

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El medio aguinaldo de diciembre, ese plus que los trabajadores registrados podían utilizar para ahorrar un poco, hoy se transforma en una tablita precaria para no hundirse en el mar de deudas. El ajuste feroz que descargan Milei y Caputo sobre los trabajadores y los sectores populares se refleja con crudeza en los datos del relevamiento de Focus Market: el 29% de quienes cobran aguinaldo planea usarlo para cancelar deudas. En criollo, uno de cada tres argentinos lo destina a tapar agujeros y no para disfrutar o ahorrar.

El aumento es brutal: en 2024, apenas el 13% de quienes cobraban aguinaldo lo usaba para saldar deudas. Hoy, en 2025, ese número más que se duplicó. Tres de cada diez trabajadores, empleados públicos, privados, estatales y de casas particulares –más de 10 millones de personas según SIPA–, están acorralados por meses de salarios que se licúan frente a la inflación, paritarias congeladas y precios de alimentos y servicios que no paran de subir. El salario ya no permite llegar a fin de mes y, para sobrevivir, millones terminan financiando lo indispensable con tarjeta de crédito o préstamos. El aguinaldo, que antes podía significar un respiro, ahora se usa para apagar incendios.

Y no es que el resto esté mucho mejor. El informe de Focus Market muestra que otro tercio de quienes reciben aguinaldo lo destinará a gastos habituales (servicios, alquiler, comida, vacaciones, etc.). Sólo el tercio restante podrá (con suerte) ahorrar o invertir. Pero la caída es general: la porción que va a turismo bajó del 26% al 19%, la compra de dólares del 16% al 12%, y hasta el clásico plazo fijo queda relegado al 2%.

Un país endeudado hasta para comer

¿Qué hay detrás de este salto? El crecimiento de quienes usan el aguinaldo para pagar deudas es el dato más fuerte del relevamiento. Es el reflejo de un país donde el salario quedó muy por detrás de la inflación. El mismo informe señala que más del 30% ya había usado el aguinaldo de junio para los gastos básicos. La presión sobre los ingresos no afloja, las familias se endeudan para comprar comida, pagar la luz y el gas, o mantener el alquiler. Y cuando llega el aguinaldo, lo único que pueden hacer es tratar de achicar esa bola de nieve.

Es la política económica de Milei y Caputo la que produce esta crisis social. ¿Cómo llegan las familias a endeudarse hasta para comer? La respuesta está en los salarios que se derriten, los programas sociales recortados, las jubilaciones congeladas y una inflación que golpea especialmente a los productos de la canasta básica. Todo para asegurar las ganancias de los grandes empresarios y el pago a los especuladores y acreedores de la deuda, que siguen llenándose los bolsillos mientras la mayoría no llega a fin de mes.

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Como si fuera poco, Milei y Caputo quieren profundizar esta situación con la reforma laboral que están impulsando. La «modernización» que prometen en realidad significa rebajar derechos, facilitar despidos, flexibilizar jornadas, debilitar sindicatos y bajar indemnizaciones. No buscan asegurar derechos para quienes están en la informalidad, sino licuar todavía más el salario y precarizar a quienes todavía conservan alguna estabilidad o convenio.

Mientras tanto, la CGT y las direcciones sindicales siguen mirando para otro lado. Frente a la avanzada del ajuste y la reforma laboral, sólo convocaron a una marcha testimonial el 18 de diciembre, lejos de la contundencia que exige esta crisis. Hablan de un paro general, pero después de casi dos años de complicidad con el gobierno es imposible creer que le pongan fecha si no son presionados por acciones masivas.

Pero hay otra alternativa. Desde abajo, en los lugares de trabajo, las escuelas, hospitales, universidades y barrios, hay cientos de miles dispuestos a pelear. La experiencia demuestra que la única salida es la movilización masiva, la organización independiente y un plan de lucha que apunte a la huelga general. Hay que exigir asambleas en todos los gremios, coordinar a los sectores combativos, sumar a estudiantes, jubilados, desocupados y a todo el pueblo trabajador. No se trata sólo de frenar la reforma esclavista, sino de pelear por la recomposición de los ingresos, la recuperación de lo perdido y un modelo donde la crisis la paguen los empresarios y banqueros, no quienes viven de su trabajo.

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