Ricardo Barreda: su fascinación por las armas, el permiso para cazar y los testamentos secretos que dejó relacionados con su herencia maldita

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Un joven Barreda en su licencia de caza, expedida en 1967, cuando tenía 31 años (Fotos gentileza de Pablo Marti Krenz)

Desde niño, Ricardo Barreda sentía una fascinación por las armas. Se la había inculcado su padre militar, Felipe Alberto, quien le enseñó ya cuando era pequeño a defenderse y a manejarlas con habilidad. Así nació también su fanatismo por la caza y además por la pesca. Entonces, ya más grandecito, se dedicaba a recorrer la provincia de Buenos Aires con amigos cada día más apasionado con la manipulación de rifles y fusiles. Así, a los 16 años tuvo su primera escopeta propia y se convirtió en un cazador furtivo –ilegal- en campos de Chascomús y diversas localidades de La Pampa. Para pescar preferían frecuentar el Río Salado.

Su confidente, el periodista y actor Pablo Marti Krenz, le preguntó en tantas charlas que tuvieron si alguna vez en su vida corrió peligro mientras cazaba. El odontólogo le respondió sin vueltas: “Sí, cazando de noche. Una ráfaga de proyectiles de desconocidos que andaban cerca me pasaron zumbando la cabeza”.

Mientras conversa con Infobae, Marti Krenz, el hombre que lo acompañó hasta el último día cuando falleció el 25 de mayo de 2020 a los 84 años en la residencia geriátrica del Rosario en José C. Paz, exhibe una serie de documentos que le proporcionó Barreda, producto de la confianza que se fue ganando con el tiempo. Entre ellos un carnet con permiso de caza cuya licencia N° 116711 fue otorgada por la Dirección de Conservación de la Fauna, perteneciente al Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires el 25 de abril de 1967, cuando tenía 31 años. Lo que ratifica el fanatismo del dentista por el tiro, que supo practicar también en distintos polígonos, situación que confirma su biógrafo durante la charla.

Su ductilidad cuando portaba armas de fuego era evidente, lo hacían sentir seguro. Por eso la trágica mañana del 15 de noviembre de 1992 cuando se sintió burlado apeló a su histórica escopeta Víctor de Sarasqueta que le había traído su suegra desde España a su pedido. Según él refirió, ese día caminaba para recortar las hojas de la parra del patio cuando se cruzó con su hija mayor, Cecilia, de por entonces veintiséis años, colega además porque ejercía la profesión de odontólogo como él. La joven le murmuró cuando se lo cruzó lo que serían sus últimas palabras: “Parece que Conchita –apodo que le habían impuesto de acuerdo con la versión del homicida- se levantó temprano y se puso a trabajar”.

El modelo de escopeta que tenía Barreda, que le había encargado a su suegra en un viaje a España, con la que masacró a su familia

Él no le respondió. Solo se dirigió a su cuarto mientras mascullaba rabia, buscó el arma, volvió sobre sus pasos y arrancó a tirar. La primera en caer a causa dos disparos fue Gladys Mc Donald, su esposa. Siguió con otros tres proyectiles apuntados a la mencionada Cecilia. Hasta que asomó Adriana, su preferida y recibió dos más. La matanza la culminó con la madre de su mujer, Elena Arreche, su última víctima.

Hasta hoy las crudas crónicas policiales describieron una y mil veces cómo el dentista las masacró a tiros con su escopeta, pese a que Barreda hizo trascender todas las veces que pudo para ponerse en víctima que ese domingo se había despertado de buen humor, pero que estaba cansado de que las cuatro se unieran para tomarle el pelo, como se lo confió a varios de su entorno y dejó entrever él mismo en el juicio oral que debió enfrentar y donde fue condenado a prisión perpetua.

Otro tema que surge durante el diálogo con su confidente es el de la polémica herencia, atento a que el Juzgado Civil y Comercial N° 17 resolvió recientemente que los herederos legítimos de Barreda son los sobrinos nietos de su suegra, Elena Arreche. Vale aclarar que él había sido declarado indigno para heredar atento a que fue quien cometió los homicidios.

Entre los bienes está la casa de la calle 48 N° 809 en la ciudad de La Plata, otra vivienda en Mar del Plata, un terreno en la provincia de Buenos Aires, una moto Siambretta, un automóvil DKW y su Falcon verde, recordado por haber aparecido en videos cuando oportunamente se recorrió la vivienda en estado de abandono y por tratarse de un vehículo que quedó en la memoria colectiva por haber sido utilizado por la dictadura militar para secuestrar personas.

Barreda junto a Pablo Marti Krenz, el hombre que lo acompañó hasta el último día cuando falleció el 25 de mayo de 2020 a los 84 años

Mientras se mantuvo con vida, Barreda intentó con todas las herramientas que pudo mantener sus bienes. Pero la casa donde llevó a cabo la matanza de su familia fue expropiada el 15 de noviembre de 2012 al cumplirse 20 años de los crímenes a través de la sanción de la Ley 14.43, declarándola de utilidad pública como símbolo y respuesta a la brutalidad contra las mujeres pasando a ser patrimonio de la Municipalidad de La Plata.

Más allá de estar o no en prisión, el dentista planteó a través de sus abogados una contrademanda, que tras su muerte pueden retomar sus herederos para recuperar ese bien que superaría los 350 mil dólares, no en el valor fiscal sino en el que impone el mercado inmobiliario.

El tema que plantea su confidente, Pablo Marti Krenz, es que más allá de haber sido declarado indigno por la justicia y no poder heredar nada de lo relacionado con los bienes de su esposa y sus hijas sencillamente porque él las mató, hay una parte de la casona donde vivían que le correspondía y por la que Barreda siempre peleó y no llegó a cobrar porque se murió. Así lo explicó a Infobae: “La casa es una propiedad, hay una parte que le corresponde a la mujer y otra parte a él. Esto quiere decir que le siguió quedando su parte indivisa, por la que luchó judicialmente hasta que falleció. En el transcurso la sucesión lleva más de 30 años y se fueron muriendo los posibles herederos. Es un expediente que se hizo interminable. Además falta mencionar una casa de la que nadie habla, donde Gladys, la mujer de Barreda vivía de soltera con la mamá después de venir de una ciudad del interior”.

-¿Y cómo resultó el tema de la expropiación de la casa de la masacre?

-Él me confió en infinidad de charlas que tuvimos y tengo grabadas durante horas como para armar una película o una serie si se quiere, que estaba esperanzado en cobrar su parte de la expropiación. A fines de 2019 correspondía que le pagaran. Por entonces yo hablo con el abogado que era el que se estaba encargado de eso y me dice “Mirá, lo están dilatando, yo creo que nadie quiere que salga un título de diario diga: ‘Barreda cobra su parte de la casa a tantos años de matar a su familia’. Hay que ver ahora qué pasa con el cambio de gobierno”. Bueno, llega 2020, la hecatombe de la pandemia y todo se detiene.

Así era la escopeta Víctor de Sarasqueta en poder de Ricardo Barreda

-¿Por su parte Barreda tenía o tiene quien pueda heredarlo?

-Hay un montón de gente de apellido Barreda, pero todos te van a decir que no tienen nada que ver con él por vergüenza o vaya a saber qué. Hay hermanos, tíos, abuelos, etcétera. En City Bell, en Ringuelet, en La Plata…. Pero te dicen: “No, nosotros somos de otra rama”. Yo me encargué de hablar con cuánto Barreda existe. Uno solo me recibió y lo hizo bien, un sobrino. El tema a resolver también y del que no se habla y yo investigué, es que estando preso él hace dos testamentos.

-¿Eso no se sabía hasta hoy que usted los está revelando?

-No se sabe. Uno se lo hace a favor de su abogado de siempre, Eduardo Gutiérrez, quien falleció el año pasado. Y el otro beneficiaba a un psicólogo del Patronato de Liberados de apellido Clara que todavía vive. El abogado supuestamente tenía ese testamento como para cubrir de que no aparezca ningún vivillo en el transcurso de todo el tiempo en el que Barreda anduvo dando vueltas y sin rumbo. Como para que nadie se pueda aprovechar y lo esquilme. En especial en el último tiempo que ya estaba insano.

El testamento de Ricardo Barreda

-¿Y cuando muere qué pasó?

-Cuando muere el otro que tiene un testamento es el psicólogo del Patronato de Liberados. Y se inicia la sucesión en el Departamento Judicial de San Martín. La justicia cita a ambos. Gutiérrez, el abogado se presenta con su testamento, que como es posterior al del psicólogo, es el que tendría validez. Pero, ¿qué ocurre? El psicólogo alega que cuando firmaron el segundo, era probable que Barreda ya estuviera con insanía. Gutiérrez, un hombre correcto que siempre lo cuidó no pensaba quedarse con nada, solo trataba de que no lo dejaran sin un peso. Barreda lo adoraba por eso le firmó el último testamento. Pero después falleció y entonces como poseedor del testamento eso también fue a sucesión y provocó otra complicación extra. Alguien va a cobrar algún día esa parte. Solo se debe resolver cuál testamento es válido. Y habiendo plata en el medio, seguro que ahí la vergüenza por portación de apellido no va a aparecer.

Antes de despedirse, Marti Krenz relata una intimidad relacionada con Barreda y su pasión por la caza “Una vez le pregunté si no le daba pena matar animales. Me dijo que lo que le provocaba lástima era matar liebres, pero también me aseguró: “Yo era de asegurarme la presa”.

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