Pasaron ya unas cuarenta horas desde que José «El Maligno Torres cumplió su sueño y se consagró campeón del BMX Freestyle de París 2024, inaugurando con un oro el medallero argentino de estos Juegos Olímpicos. Cuarenta horas, y el Maligno todavía tiene la adrenalina por las nubes y la cabeza acelerada. Y apenas unas cuatro horas de sueño. Está cansado y algo dolorido, pero cuando se sienta a charlar con Clarín en la zona internacional de la Villa Olímpica de Saint Denis, bajo el sol de una mañana despejada después de una noche de mucha lluvia, lo hace con una enorme sonrisa. Porque aunque afirma que aún no tomó completa consciencia de lo que significa esa medalla, sabe que lo que hizo en el park de la Plaza de la Concordia fue único.
Cuenta el cordobés que desde que se bajó del podio no paró un segundo. Que ni tuvo tiempo de llamar a su familia, sus seres queridos que vivieron desde Córdoba su enorme actuación. Sí pudo hablar un ratito con Francisco, su hermano mellizo, que lo acompañó en los primeros años de sus aventuras sobre la bicicleta, pero tuvo que seguir otros rumbos debido a una dura lesión en la espalda. Y quien es uno de los grandes motores detrás de esta medalla dorada, la 22ª de la historia del deporte albiceleste, que hoy tiene en su habitación.
«Tenemos una relación increíble. Francisco es el que más insiste para que le meta huevos a esto. El que más me empuja. No sé por qué, pero yo siempre me achico a la hora de la competencia. Siento que estoy un nivel más abajo que los otros riders. Pero él me dice ‘Vos estás en el mismo nivel y si estás ahí es por algo. Yo creo más en vos que todos ellos’. Confía a ciegas en mí, cree que tengo todo para para poder ganar. Entonces cuando voy a competir, trato de quedarme un poquito con eso, para poder sacar muchas agallas, porque me inhiben mucho todos los otros competidores», contó Torres.
Y agrega: «Mi familia siempre me apoyó en lo que quería hacer. Aunque saben que es un deporte extremo, nunca trataron de hacerme cambiar de idea».
-¿Pero es cierto que tu mamá nunca mira tus competencias?
-No mira nada. Porque le da miedo. Sale de la casa, se va al patio… Igual, mejor, porque cuando las ve, ¡los gritos que pega! Es preferible que no las vea. (Risas).
Es entendible la reacción de su mamá. El BMX Freestyle es un deporte de alto riesgo, porque los atletas desafían la gravedad haciendo trucos, saltos y giros con la bicicleta a muchos metros de altura. Y el Maligno parece tener una tendencia natural para lesionarse. En los últimos días en París, se lo escuchó decir más de una vez que tiene el lado izquierdo del cuerpo todo quebrado y operado. Pero aunque es muy consciente de que cada vez que salta a una rampa existe el riesgo de lastimarse, tuvo que aprender a convivir con el miedo.
«Siempre me olvido del miedo. No estoy pensando en qué me puede pasar y qué no. No lo pienso. Aunque sí es inevitable que lo sientas cuando se vienen eventos muy importantes, como estos Juegos Olímpicos. Ahí aparece el miedo, porque cualquier golpe, cualquier lesión, te puede dejar afuera. Entonces estás todo el tiempo pensando si hacer este truco o no en los entrenamientos. Antes de París, me pasé como dos meses pensando todo el tiempo si me convenía entrenar como siempre o tranquilizarme un poco. Encima vivo lesionado, entonces eso me preocupaba», comenta.
-¿Es algo que trabajás con un psicólogo para poder manejarlo?
-Probé con tres psicólogos deportivos y no me pude enganchar con ninguno. Tal vez porque no logré abrirme del todo, pero no funcionó para mí. Lo llevo solo, hablando con el equipo, con mi familia. Trato de mantenerme fuerte de cabeza. Y en algunos casos, cuando ya veo que estoy medio colapsado, me encomiendo a Dios. Pienso que lo que tenga que pasar, va a pasar. Fue así en la final acá. Antes de lanzarme a las rondas, dije ‘Ya está, Dios debe tener mi destino’.
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-¿Tenés una rutina que hacés siempre antes de una pasada? ¿Qué pensás antes de lanzarte y mientras estás compitiendo?
-Un ratito antes de competir, voy al baño para tratar de encerrarme en silencio y tener un momento de tranquilidad. No soy de escuchar música porque siento que me empieza a acelerar. Y durante la competencia, depende. En la clasificación, voy pensando ‘No bajes el pie, no bajes el pie, no bajes el pie…’. En las finales, el otro día por ejemplo, iba pensando ‘Tengo que hacer trucos más fuertes, el que viene lo tengo que hacer con la sangre y con la garra. Y el que sigue también’.
-De todas las lesiones que tuviste, ¿cuál fue la más dura?
-Una en las rodillas, por la que estuve seis meses fuera, fue muy dura, pero era más chico. La que quizás me costó más fue en la mano. Una fractura en el escafoides fue la muñeca izquierda en 2019. Estuve ocho meses literalmente afuera. Fueron meses muy duros, porque yo estaba en un momento muy fuerte competitivamente. Me habían invitado a los X Games, que era lo más grande, y no pude ir. Lo que te frustra, lo que te da desesperación, son los patrocinadores. Porque yo tengo que cumplir. Durante los primeros cuatro meses no les avisé a los sponsors que estaba lesionado. Tenía mucho material para las redes y seguía posteando como si estuviera todavía compitiendo, entrenando… Pero en esos momentos de estar publicando, mientras estás fuera del juego y nadie sabe que estás lesionado, te da una desesperación y una frustración, porque en algún momento se van a dar cuenta y no sabés si las marcas van a repensar si seguir patrocinándote. Mientras estás lesionado, otros están mejorando y compitiendo.
-¿Eso es porque los contratos con los patrocinadores dependen de los resultados?
-Es más presión mía. Con algunos tengo contratos anuales y con los energizantes, de tres años. Ellos entienden cómo trabajo y confían en lo que hago y cómo lo hago. Sé que me van a seguir apoyando igual. Jamás me dicen nada. Yo me pongo la presión solo, porque siento que van a querer prescindir de mí. Es más tema mío que de ellos.
«Tengo el cuerpo lleno de titanio, está bastante cotizado este cuerpo», comenta en broma. Y consultado sobre si hubo alguna lesión lo hizo pensar seriamente en largar el deporte, no duda.
«Las lesiones tipo fracturas, no. Sí cuando caés y quedás inconsciente. No es tan divertido porque no recordás nada, no entendés qué es lo que sucede. Entonces es normal que te replantees ¿Qué hago golpeándome tanto por tan poco? ¿Qué hago lesionándome tanto y arriesgando tanto? Porque en cualquier momento puedo quedar muy mal. Me pasó como tres veces lo de quedar inconsciente. Y lo primero que decís es ‘No pasó anda, me levanté al toque’. Y los chicos te dicen ‘No, estuviste varios segundos ahí tirado’. La última vez fue hace unos dos o tres meses, tuve una caída, golpeé con el pómulo y me lo quebré, y tuve como una luxación acromio en el hombro. Estuve seis o siete segundos tirado en el piso. Cuando te levantas y no podés pensar en cómo hacer un truco o sentís que no lo podés, ahí te asustás y por ahí te lleva a replantearte cosas. Pero es el único momento.
Vivir de la bicicleta
Torres es un privilegiado porque puede vivir del deporte. Cuando no está representando a Argentina, se dedica a competir en eventos privados, como los prestigiosos X Games, en los que los sponsors suelen desembolsar mucha plata que se transforma en premios para los participantes. Por eso, su rutina diaria es por demás exigente, sobre todo por su manera particular de encarar el deporte.
«Siempre estoy pensando que mientras yo estoy descansando, los otros pueden estar este mejorando, entonces prefiero estar siempre haciendo algo», explica. «Todas las mañanas tengo que ir al gimnasio; cerca del mediodía, preparar todo para publicar en las redes sociales para los patrocinadores. A la tarde, tengo que ir a entrenar en la bicicleta varias horas en el parque, hasta que oscurece. Y ya después a dormir. O si estoy lesionado, doble o triple turno en el gimnasio porque no puedo perder el ritmo».
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El ganador del único oro argentino revela el origen de su apodo y lo recrea con una situación que ocurrió en la Villa Olímpica que no tiene desperdicio.
Igual, toda la profesionalidad y la disciplina desaparecen cuando está ante una de sus debilidades: los dulces.
«Soy tan, tan dulcero que es un problema. Algunas veces me dice ‘Vos estás enfermo’. Me encanta probar lo dulce en todos lados», reconoce. «¿Los mejores? Los de la pastelería de mi mamá. No porque sea familia. Me gustan las cosas increíblemente ricas, pero que no empalaguen. Y las de ella no empalagan. Mis preferidas son la torta de tres leches y la pavlova, que ahí la hacen con doble disco de merengue, es increíble».
Y aclara: «Igual no me regalan nada. Cuando estoy en Córdoba, tengo que pagar».
-Se nota que sos muy perfeccionista. ¿Cuánto practicás un truco hasta que sale como debe salir?
-Depende de cada deportista, de la habilidad de cada uno. Los chicos me dicen que lo suelo aprender rápido. Aunque es diferente nuestra situación a las de los de otros países. Yo entrenaba siempre en rampa de cemento, entonces o me salía bien lo que probaba o me quebraba. Era fácil. Hoy tenemos una rampa mejor en Córdoba, con lo que ya evitamos mucho el tema de lesiones. Pero afuera tienen rampas con colchones de gomaespuma, en las que practiques lo que practiques, no te va a pasar absolutamente nada. Entonces ellos pueden mantenerse más en ritmo y tener una vida útil mucho más larga. Y practican mejor. Pero en estos Juegos demostramos que de la otra manera también se puede.
-Habrá que ir ahora con la medalla a pedir una rampa mejor…
-Soy una persona a la que no le gusta pedir nada. Me cuesta. Siempre pienso que manteniendo la cabeza baja, ellos se van a acercar y van a ofrecer y al fin no sucede. Entonces tengo que tratar de mentalizarme ahora y hablar con el equipo para tratar de exigir algo, porque lo que se logré fue único. Vamos a pedir que al menos nos techen el parque, porque en Córdoba lo tenemos al aire libre. Si llueve no entrenamos; si hay mucho viento, tampoco; si hace mucho calor, capaz una hora; con mucho frío, nada. La cantidad de días y de meses que perdemos de entrenamiento por eso es una locura.
-¿Cuánto influye la bicicleta en el resultado?
-Es muy importante. Una herramienta clave. La necesitás liviana, con las medidas exactas para vos, dependiendo de tu tamaño y de la fuerza que tenés. ¿Si una nueva rinde mejor? Depende de cada uno. Yo veo a varios atletas que llegan con las dos bicis iguales y brillantes. La mía, si ves una foto, tiene los puños rotos y los pedales gastados, porque yo necesito que esté gastada, que tenga su uso.
-Tenés un oro en los X Games y sos campeón olímpico. ¿A qué más podés aspirar?
-Acabo de lograr lo máximo de lo máximo. Ya no hay nada más. No hay otro evento que siga después de esto. En su momento eran los X Games, después los Juegos Olímpicos. Los acabo de lograr, ya no sé qué sigue. Pero apunto a Los Ángeles, quiero intentar llegar a esos Juegos, ojalá con algún otro atleta en el equipo para hacer el camino juntos. Y después voy a replantear ver si ya me paso directamente a ayudar a otros atletas, a prepararlos mentalmente y pulirlos bien para que entiendan cómo hay que competir de verdad. Pero por ahora quiero seguir activo. Disfruto mucho lo que hago.
La ilusión de Argentina-Francia
Fanático del fútbol, Torres lanzó al aire el jueves su deseo de ir este viernes a Burdeos para ver en vivo el choque entre Argentina y Francia por los cuartos de final del torneo olímpico. Las entradas aparecieron y la logística se pudo acomodar para que el viaje sea posible. Pero a horas del encuentro, aún duda si ir o no.
«Estamos viendo si nos dejan ingresar un poquito más por el lado donde esté Argentina. Porque si vamos a la tribuna normal, va a estar medio complicado. No vaya a ser que pierda Francia, se pudra todo y nos agarren a todos los que estamos con la remerita de Argentina. Estamos analizando a ver si podemos ir por ese lado. Y si no haremos el aguante detrás de la pantalla», dice entre risas, con plena fe en que el equipo ganará y seguirá en camino hacia el oro.
Hincha de Belgrano como su papá y ex jugador (sus primeros años en el deporte fueron con una pelota), el Maligno vivió un divertido momento el día de su consagración en La Concordia, cuando se cruzó con Gianni Infantino, presidente de la FIFA y quien terminó entregándole la medalla, pero no lo reconoció.
«Lo vi y, por la cara, dije a este chabón lo conozco. Sabía que venía del fútbol, por eso deliberadamente le toqué el tema pelota, pero no sabía que era el de la FIFA. Me lo encontré antes de la premiación, yo estaba sentado esperando el último resultado y él justo pasó y me habló en español. Nos pusimos a conversar un poco. Me preguntaba cómo me sentía con el deporte, si estaba nervioso. Me dijo ‘Cómo gustan los argentinos por Messi’. Y ahí claramente terminé de convencerme que era alguien del fútbol», cuenta divertido.
Y agrega: «Después, en el podio, me felicitó y me dijo ‘Hay un segundo Messi en Argentina’. No pienso que esté ni cerca, para mí que Messi sepa que existo, es suficiente».