domingo, 22 septiembre, 2024
InicioEconomíaPor qué la inflación "sube" si está "bajando"?

Por qué la inflación «sube» si está «bajando»?

¿Cómo es posible que con una inflación entre 8 o 9 puntos por debajo del IPC que dejó el Gobierno anterior, la actividad y el consumo no reaccionen a precios más bajos o estabilizados? Lo que al inicio del proceso de ajuste del Gobierno de Javier Milei era visto como una baja de precios interesante, aunque apoyada en una recesión brutal, empezó a generar hoy debates entre economistas y especialistas que se preguntan cuál es el impacto real que la desaceleración tienen en los bolsillos de los consumidores. El disparador de esa pregunta es la persistencia, en casi 9 meses de gobierno, de cifras de consumo y actividad cada vez más negativas, aún con un IPC clavado en 4 por ciento mensual, cuando venía de 13 por ciento en la era de Sergio Massa. Y un dato extra, esa escasa representatividad del IPC sobre el costo de vida actual, también explica por qué los salarios, calculados en base a ese indicador, siguen perdiendo contra los precios globales en una economía totalmente liberada. 

En este escenario, el tema fue planteado hasta por economistas liberales como Fausto Spotorno, ex asesor de Milei, quien advirtió de la parte de la torta de ingresos que se llevan los tarifazos a la energía. E incluso el Indicador de Expectativas de Inflación de Universidad Di Tella, que venía dando una tendencia a la baja parecida a la del REM del BCRA, quebró en mayo la tendencia y refleja matices en favor de la idea de que la gente no percibe la desinflación. En paralelo, todas las encuestas de consultoras más o menos afines al Gobierno sitúan a la inflación desplazada en el primer lugar de la preocupación por el desempleo, pero con el mismo porcentaje. Es decir, sigue siendo un problema central aún con la desaceleración estadística. Sobre este contexto, la consultora Vectorial formalizó el debate, sumó razones al fenómeno y puso en papel una teoría que explica por qué, a su entender, no hay percepción social de una recomposición de ingresos basada en una morigeración de los precios, algo que en los libros de economía es tomado como verdad absoluta y que el propio Milei entiende así. 

«¿Por qué la expectativa inflacionaria se percibe al alza cuando los datos registran una estabilización o desaceleración de la inflación?», se preguntó la consultora comandada por el ex viceministro Haroldo Montagú y el ex Banco Nación Eduardo Hecker. En el informe, que además aborda cuestiones de actividad, precisaron que «tal vez la respuesta provenga de la construcción de la canasta del IPC del INDEC». Destaca el trabajo que la «la misma se conforma a partir de la encuesta de gastos de los hogares realizada durante 2004/2005. Es decir, las ponderaciones de las cantidades consumidas de bienes y servicios (que componen la canasta del IPC) tienen un rezago de dos décadas. Las costumbres y los hábitos de consumo probablemente hayan cambiado durante ese tiempo». Refieren, concretamente, a que la población hoy consumo más servicios que bienes. 

Destacan aquí que «una prueba de ello es, justamente, la canasta del IPC de la Ciudad de Buenos Aires que calcula la Dirección de Estadísticas del gobierno de la Ciudad (dio 5,1 contra 4 del INDEC en julio). Las ponderaciones de dicha canasta corresponden al año 2021 y en particular, el peso del consumo de servicios es mayor que el del INDEC». Desde la consultora aclararon que el cuestionamiento no es a la calidad ni transparencia de la medición del INDEC, sino un apunte sobre la metodología. 

La trampa de los  (des)regulados

El trabajo de Vectorial continúa diciendo que «lo interesante aquí es que, a pesar de no utilizarlos, el INDEC cuenta con ponderadores más actualizados para el IPC. Dichos ponderadores provienen de una nueva encuesta de gasto de los hogares que se realizó en el período 2017/2018. Las diferencias entre los ponderadores de una y otra canasta son significativas». Este punto es relevante, porque los servicios públicos con precios regulados (luz, agua, energía, telefonía, educación, transporte y comunicaciones), tienen 8,5 puntos porcentuales de peso dentro de la canasta de consumo; en tanto que Alimentos pondera más del 20. El dato es fuerte porque, desde que Milei es Gobierno, la liberación total de los precios, regulados incluídos, hizo que estos últimos subieran el doble que la inflación. Es decir, lo que más aumentó es lo que menos pesa en la canasta IPC.  

Por lo tanto, destaca el trabajo de la consultora, «considerando que los servicios con precios regulados viene aumentando en mayor medida que el resto de los bienes y servicios que componen la canasta del IPC, el costo de vida que enfrenta un hogar puede ser sensiblemente mayor al que esté reflejando el nivel general del IPC que, cabe destacar, está correctamente medido por el INDEC, en función de la metodología vigente». Asimismo, agregan que, en paralelo, «hay un factor adicional que puede estar incidiendo entre la aparente contradicción entre una expectativa de inflación en aumento y el desaceleración mensual que viene registrando el INDEC en el IPC. Al ser los servicios públicos no sustituibles (a lo sumo se puede consumir menos) con relación a otros bienes de la canasta, ante el fuerte aumento de tarifas la estructura actual de ponderaciones del hogar se concentra -justamente- en estos servicios y decrece en otros rubros reforzando así la percepción de una inflación mayor». Este punto es central para explicar buena parte del fenómeno: los servicios son, en general, de valor nominal alto, es decir, pasibles a ser impactados en volúmenes de plata muy elevados, aún con subas porcentuales bajas o moderadas. 

La liberación total exige otro análisis

Esta liberación de precios de prepagas, naftas, colegios, peajes y tarifas que hizo Milei, no sólo explica que la gente no perciba desinflación sino que retenga consumo como nunca antes. De hecho, buena parte del debate del sentido de llevar la inflación a cero en este esquema surgió a raíz del dato, publicado en portada por Página I12, de que el consumo masivo lleva, según Scentia, 8 meses seguidos en caída y la baja de julio, de 16 por ciento, fue la más importante del año justo en el mes de inflación más baja desde el 2022. Un dato extra para ver el miedo de las familias a consumir porque el Gobierno no da señales de precios estables: el rubro Electro cuenta hoy con descuentos y hasta 18 cuotas sin interés, sin embargo las ventas caen 50 por ciento. 

En este sentido, el trabajo de Vectorial asegura que, «Independientemente de si se usa la canasta de 2004/2005 o una más actualizada, el aumento de los precios durante estos meses debe haber provocado un desplazamiento (más significativo a medida que se desciende en los niveles de ingresos) de los consumos, que se manifiesta en un aumento de la participación en el gasto de los rubros más inelásticos con relación a los precios». En ese sentido, destacan como relevante a mirar el hecho de que «que la inflación núcleo no baje no es un detalle y confirma de alguna manera el “piso” al cual se ha llegado. En conclusión, aquí hay dos fenómenos a señalar. Uno es estrictamente metodológico y se refiere a la antigüedad de la canasta de bienes y servicios que componen el IPC del INDEC. El otro se refiere al desplazamiento de los consumos en función de los movimientos de los precios y la elasticidad de los consumos». 

Más Noticias