Quédate conmigo, querida incertidumbre

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No es complejo detectar que la sociedad moderna está constituida sobre la base de una recurrencia y secuencia de pliegues de incertidumbre. El tiempo actual, que ya lleva más de dos siglos de desarrollo, no es el del aumento de la claridad y de la consolidación de las certezas sobre la base del conocimiento razonado, sino el escenario de una multiplicación constante de puntos de vista y de influencias cruzadas que compiten de manera simultánea sobre qué mundo observar y cómo describir ese objeto que funciona como el espacio de reproducción social. Bajo estos condicionamientos sociales inevitables, la incertidumbre es una consecuencia constante, y nada hay más que su presencia.

Algunas ilusiones económicas van en sentido opuesto a estas limitaciones, en especial en toda ocasión que se intenta reflexionar, con mayor facilidad de las incertidumbres ajenas, que de las estructuralmente propias. Cuando los empresarios o empleados de multinacionales (que simulan ser empresarios) se reúnen en foros de mayor o menor trascendencia pública, lo hacen bajo un esquema sólido de repetición no creativa en la que reclaman reglas claras para poder desarrollar su actividad económica sin condiciones de incertidumbre. Esta alocución insistente asume un destino posible de certeza, de ordenamiento, que entonces existiría, si no fuera por elementos indeseados en el sistema político. En esta construcción recurrente, se conformaría, al mismo tiempo, un recurso moral anexo, en el que no solo se trataría de limitaciones operativas para el despliegue de la actividad económica, sino que lo que se reclamaría estaría dado por aquellos que podrían ser indicados como “malos”, mientras ellos serían, en consecuencia, los “buenos”. Así, ya en un momento breve y sencillo, se puede comprender cómo la economía, la política y los criterios morales de algún tipo se combinan para ofrecer un punto de vista sobre el mundo presente, que incluye a unos y excluye a otros, y dejando todo más mezclado que antes de hacerlo.

La pregunta por la elección de este año supone una imaginada frontera entre el posible cierre de una etapa y el inicio de otra nueva; en la anterior se trataría de un mundo de limitaciones e incertidumbre kirchnerista, mientras que en la nueva era un espacio de oportunidades con enemigos eliminados y certidumbres económicas. Sin embargo, la articulación de este esquema queda encerrada en una paradoja que probablemente los que asisten a los foros no logran ver, y que se vincula a la funcionalidad política que para el proyecto de Milei implica la existencia de la incertidumbre. Para parte muy considerable de su electorado la sobrevivencia de Milei, el sentido que tiene seguir votándolo a él, y a quien él decida colocar en las listas, es inseparable de la sensación de amenaza del regreso del pasado reciente; de este modo, Milei no es nada sin la incertidumbre como forma de la sensación de existencia en este presente. La ilusión de una victoria electoral, como la frontera entre un camino viejo y otro nuevo, debe ser limitada en las expectativas.

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A través del concepto de incertidumbre se pueden comprender y problematizar componentes importantes que intervienen en la reproducción social. En algún sentido, no hay acción social sin una cuota dada de incertidumbre. Si se presta atención, justamente por este problema, la sociedad moderna ha constituido recursos que reducen casi al mínimo la duda por un próximo paso en algunas interacciones sociales específicas, como puede ser el dinero en una transacción económica, la jerarquía en una organización cuando se da una orden, o los criterios de verdad científica para publicar un estudio nuevo entre pares y lograr que este sea aceptado, resultan ejemplos de herramientas que reducen la complejidad entre dos o más personas de manera abrupta. La creación de estos, y otros medios más básicos como los modales y las costumbres esperables de comportamiento, han sido bajo la necesidad de permitir mayor fluidez en la comunicación cotidiana. Estructuralmente, no hay nada que garantice una comunicación fluida, pero con algunos de estos recursos se pueden aumentar las chances de éxito. No hay buena o mala comunicación, sino la comunicación que puede ser seguida de más comunicación, o la que ya no puede continuar.

Vale la pena colocarse en la situación de comprender qué elementos permiten para Milei y su partido la garantía de un fluir comunicacional, que entre otros elementos, asegure un proceso electoral exitoso. Los ejemplos antes expuestos sobre economía o ciencia tienen un espíritu universal, en tanto permiten el ingreso a esas comunicaciones de todo aquel que logre adaptarse. Para la compra de un producto no se revisan criterios morales del comprador, sino solo, en general, se intenta comprobar el correcto pago en moneda correspondiente del precio del producto, igual que un descubrimiento científico relevante puede ser verdadero, incluso si su descubridor gusta de en sus ratos libres asesinar gente por la noche. Algo de esta universalidad, en el proyecto de La Libertad Avanza, queda limitado, ya que no se trata de un proyecto abierto a la comunicación cooperativa de las partes totales de una sociedad, sino a la persistencia en el tiempo de una dinámica de conflicto. Esto quiere decir que para Milei y los suyos, su sentido de continuación en la comunicación se construye en un doble pliegue simultáneo: por un lado, la comunicación intensiva con sus iguales; y por el otro, la anulación de la comunicación con los enemigos. Así funciona el conflicto, como sistema social perdurable, en la sociedad moderna.

Sus asesores e ideólogos se juntan para hacer eventos en los que solo se presentan escenarios de guerra y batallas, que, según estos, serían hoy culturales. Guerra, eliminación de los enemigos, descripciones de otros como enfermos o insectos, o incluso monos, demuestran un set de componentes semánticos que ofrecen la nula intención de encontrar procesos de contacto comunicacional con la otra mitad del país. Esto, bajo estas condiciones de origen, debe ser esperable que sobreviva incluso con una victoria electoral en septiembre y octubre. Ellos mismos insisten en que esta batalla nunca debe ser abandonada, porque el “enemigo” estaría siempre por volver. Para Milei y sus amigos, el único mundo real es de la guerra permanente.

Lo que preocupa a los inversionistas y empresarios, respecto de la amenaza peronista, no será resuelto nunca. Si la condición es que se pueda visualizar un futuro de paz sin riesgo, deberán buscar otro mercado, ya que no será eso lo que ofrezca nunca Milei. Si las noches electorales son finalmente triunfantes, no traducirán esa hipotética situación en un paraíso para el dinero en América Latina, sino en redoblar los esfuerzos en garantizar esa ventaja, en evitar que ahora sí, el kirchnerismo regrese.

El país que Milei propone es el de ciudadanos soldados, que vivan con miedo a Cristina, a Kicillof, a los gobernadores, a la Universidad de Buenos Aires, a los periodistas, a las cantantes, a los niños con autismo, a las feministas, y a los historiadores, porque en todos ellos vive la amenaza latente y necesaria, no del regreso de otros que ya no están, sino de que un día se callen y su razón de ser ya no tenga más sentido. Probablemente ese sea su mayor miedo, que un día se quede sin enemigos que le hablen.

Los inversores no deben esperar un tiempo más tranquilo después de octubre, sino a la incertidumbre como escenario constante, como forma de ser en el mundo. Tal vez por eso el presidente, necesite siempre un poco de inflación, entre otros problemas, para que él sea siempre el garante de una frontera eterna entre lo que no termina de morir, pero que al mismo tiempo, no debe nunca dejar nacer.

* Sociólogo.

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