lunes, 14 octubre, 2024
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La lupa sobre el dato de pobreza: por la inflación de alimentos, la indigencia sube más rápido aun con menos desempleo

Pese a que el agravamiento en el índice de pobreza que acaba de publicar el Indec no resultó sorpresivo -la aceleración inflacionaria de fines del año pasado hacía prever una pésima «foto» de la situación social- igualmente, hubo datos estadísticos que confirman que el cuadro es peor que el esperado.

Por ejemplo, el hecho de que el índice de indigencia haya subido en mayor proporción que el de pobreza. Registró 11,9% -representa 5,5 millones de personas- en comparación con el 9,3% que se había medido en el primer semestre del 2023.

Inflación en alimentos: crece la indigencia

La pobreza, en cambio, subió desde el 40,1% hasta el 41,7% en un semestre.

El indicador de indigencia mide la cantidad de gente que no puede comprar una canasta alimentaria básica como para mantener una dieta sana. Esa canasta, a precios de hoy, cuesta $104.000 para un individuo y $322.000 para una familia tipo de dos adultos y dos niños.

A diciembre pasado, fecha en que cerró el reporte semestral del Indec, esa canasta había registrado un encarecimiento de 258% interanual, muy por encima de la inflación que mide el IPC general, que había dado 211%.

Ese dato se combina con el de salarios en caída justamente para la franja de menores ingresos: según el coeficiente salarial que mide el Indec, el sector informal tuvo en 2023 una suba de 115%, muy por debajo del 159% que tuvo el sector de trabajadores registrados -que, igualmente, también se ubicó bien lejos de la inflación-.

El informe del Indec muestra cómo la indigencia registró un mayor agravamiento que el índice de pobreza

El informe del Indec muestra cómo la indigencia registró un mayor agravamiento que el índice de pobreza

¿Se modera la inflación de alimentos?

En definitiva, el mix no podría ser peor: precios de alimentos que corren a una velocidad de 258% contra ingresos que van a 115%. El caldo de cultivo ideal para que se produzca un aumento en la indigencia de 1,2 millón de personas en apenas un semestre.

Tras el cambio de gobierno, Javier Milei asegura que este sector es el único que no se ve afectado por el drástico ajuste fiscal, dado que la asistencia social -a través de la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar- recibió un incremento mayor al de la inflación.

Lo cierto es que en los primeros meses de la gestión Milei, el rubro de alimentos volvió a ser el que empujó la inflación, aunque ese fenómeno se empezó a revertir en marzo. Las mediciones realizadas por consultoras privadas marcan un acumulado mensual de 8,6% para los alimentos, frente a un 11,8% que se había registrado en febrero.

Esto es lo que lleva a algunos economistas a pronostican un IPC en torno de 11% para marzo, después del 13,2% que midió el Indec el mes anterior.

Quedará para la polémica entre economistas si esta moderación en los precios se debió al propio clima recesivo, que ha inducido a una baja en el nivel de consumo, o si es que resultaron efectivas las amenazas de Toto Caputo para que los supermercados abandonen las promociones de «dos por uno» y para que los fabricantes se moderen a la hora de «pricear» los productos alimenticios.

Pobreza, pese al bajo desempleo

El otro dato a analizar tras el nuevo dato de pobreza es la aparente contradicción con un nivel de desempleo relativamente bajo.

Para el cuarto trimestre del 2023, el Indec había registrado una tasa de desocupación de apenas 5,7%, el registro más bajo en lo que va de este siglo. Aunque claro, también en este caso hay una «letra chica» que observar atentamente: el sector informal -que no cobra un salario regular ni hace aportes jubilatorios- es 36% del total.

El aumento de la pobreza se da aun cuando el desempleo bajó a su menor nivel en años

El aumento de la pobreza se da aun cuando el desempleo bajó a su menor nivel en años

De hecho, esa porción de informales -en su mayoría monotributistas de la franja más baja, cuentapropistas o personas que hacen «changas»- es la que crece más rápido, mientras que el segmento del trabajo formal en el sector privado se mantiene estancado.

Lo cierto es que el desempleo, al menos tal como lo mide la estadística oficial, está en su nivel más bajo. Pero la pobreza aumenta. Y eso puede dar lugar a una sola conclusión: es cada vez mayor la cantidad de trabajadores pobres, cuyo ingreso no alcanza para comprar la canasta básica.

Se confirma así el fenómeno que los economistas y sociólogos vienen observando hace algunos años: cambió la foto tradicional de la situación social argentina, en la cual quienes estaban por debajo de la línea de pobreza eran personas subocupados, personas con baja calificación educativa que hacían «changas» o trabajaban pocas horas, pero no alcanzaba a los empleados con ingreso regular.

Ahora, para alarma del Gobierno y los sindicatos, el hecho de tener un trabajo ya no es el pasaporte al ascenso social. Pero, además, ganan fuerza otros fenómenos que la política todavía no termina de asimilar, como el impacto de las nuevas modalidades laborales. Y es ahí donde entra un dato clave del análisis: el aumento del empleo se produjo, sobre todo, en la categoría de los cuentapropistas o monotributistas, con condiciones laborales mucho más flexibles e ingresos variables.

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