La Copa de la Liga desanda la segunda parte de la etapa regular y no hay espacio para los débiles. Clasificar entre los mejores cuatro de cada zona para pulsear por el título es la meta y Newell’s y San Lorenzo necesitaban ensayar una reacción para no complicar el futuro. Los rojinegros, después de un inicio de ensueño, con cuatro triunfos en fila, entraron en un espacio de turbulencias: el viaje a los Estados Unidos para jugar con Inter Miami –con la estrella de Lionel Messi- resultó una piedra, más que un aventón anímico. Antes de volar, Racing lo desestabilizó con una goleada (4-0); de regreso, Estudiantes hundió el puñal y lo complicó con la expulsión de Éver Banega, mientras que el clásico significó una jornada de dolor, con la caída 1-0. El clima de tensión envolvió anoche al estadio Marcelo Bielsa, donde el empate 2-2 y los incidentes marcharon a la par ante el Ciclón, que apenas ganó un encuentro sobre los ocho disputados y aunque matemáticamente las posibilidades existen, seis unidades lo separan de Racing, que cosechó 14 puntos; inalcanzable se ve al líder Godoy Cruz (19).
El regreso de Banega al equipo eleva el listón futbolístico de los rojinegros. Experiencia, jerarquía y una pegada que es distintiva en un fútbol donde se corre y choca más de lo que se juega. Él inició la acción de la apertura del marcador: habilitó al uruguayo Armando Méndez, que hizo una pausa y con justeza puso la pelota en la cabeza de Francisco Panchito González, que rompió con la sequía de 332 minutos sin goles de Newell’s.
Lo mejor del empate entre Newell’s y San Lorenzo
El alivio duró un suspiro, porque el Ciclón tiene la potencia y picardía del paraguayo Adam Bareiro para explotar las debilidades de una débil defensa: el goleador se impuso en el juego de sujeciones a Ian Glavinovich, marcó ante Ramiro Macagno y reavivó el clima espeso. Las protestas de los jugadores al árbitro Merlos –que tiene malos antecedentes con los rojinegros; en el torneo pasado expulsó a Cristian Ferreira, ahora en San Lorenzo, cuando el volante era reemplazado ante Lanús-, el público ensayando cánticos amenazantes al juez y recriminándole el presente a algunos futbolistas, eran las imágenes de desconcierto.
El Ciclón apuntó ese desorden y en una acción colectiva en la que intervinieron cinco futbolistas, Bareiro con una estocada provocó el estallido ante un rival que tenía viento a favor y, de repente, estaba abajo en el marcador y con las pulsaciones aceleradas dentro y fuera de la cancha. Descubrió una tabla de salvación Newell’s en un fallo del arquero Facundo Altamirano, después de un tiro libre elevado que lanzó Banega: el guardavalla salió desarmado, y Gustavo Velázquez –de los apuntados por los hinchas- convirtió, se quitó la estigmatización, aunque no modificó el espíritu de tensión que tuvo su momento más álgido cuando varios periodistas fueron arreados de la zona de pupitres, mientras en la zona de la pileta se producían enfrentamientos entre hinchas y la policía, después de que, desde de un parapente que llevaba una bandera con los colores de Rosario Central se lanzaron panfletos que hacían referencia al resultado del reciente clásico.
El partido siguió su curso, se hizo de ida y vuelta, con fricciones y acciones a las que le faltaron la puntada final para que haya un ganador. Los rojinegros avanzaron con ímpetu, aunque si la pelota no pasaba por Banega los ataques eran enredados; para el Ciclón, las oportunidades de contraataques ante una defensa desbocada no tuvieron fineza en la ejecución.
El empate por ahora deja a ambos fuera de la zona de clasificación. Restan seis fechas y esos 18 puntos serán determinantes para las aspiraciones de Newell’s, que no sale de la espiral sin triunfos y perdió la efectividad de su goleador Ramírez, y de San Lorenzo, que se aferra a las cuentas, porque el margen que quedó para esperanzarse es demasiado estrecho.
LA NACION